LAS PERSONAS DE ALTA ENERGIA PIENSAN BIEN
“Si se dirigen a ti con algo MALO, responde tú con lo BUENO.
Cada uno da lo que tiene.
Y por ende, también a la inversa: CADA UNO TIENE LO QUE DÁ”
Un artista marcial es alguien que lucha contra sí mismo no contra los demás.
Es alguien que vence sus dragones interiores inconvenientes en beneficio de los convenientes. O sea que se vence a sí mismo, no a los demás.
Y es un “buscador de la verdad” que sabe que las verdades viven retiradas en el interior de las cosas.
Por tanto, el artista marcial es dado:
Primero a la meditación y a la introspección.
Segundo a la voluntad de mejora constante.
Estoy hablando de ideas que he dado por ciertas después de estar muy seguro de no estar seguro de nada. De cosas que no me gustaría que las leyesen como si las dijese yo, sino como si fuesen dichas por el sentido lógico y la cordura de bien de una forma muy especial de pensar.
Comienzo pues...
Todas las personas somos espoleadas por las emociones. Y esa tendencia humana, a parte de convertirnos a veces en enemigos unos de otros, porque tenemos intereses personales que tarde o temprano aunque casi siempre más temprano que tarde se contradicen con los intereses de los otros, también nos acercan a la vida en sociedad, bajo el paraguas protector de la aprobación ajena.
La identificación con un grupo es el resultado de sentirse protegido, pero como nunca se consigue algo por nada, eso exige sacrificar deseos e ideas personales en beneficio del “criterio social consensuado”. O sea, el redil de ideas, deseos del grupo y del “comodismo” que ello supone.
Pero ¿cómo es posible que las emociones-deseos de uno mismo no anulen las promesas de grupo?
Pues saber eso es como las hamburguesas, es mejor no saber cómo se hace.
Pero aún así, no lo ocultaré.
Ahí va, esto es porque una emoción-deseo puede ser destruido por una emoción-deseo contraria. Me explico, un hombre que se abstenga de contradecir a una tradición de pandereta o ciertas garrulerías aceptadas de maestros de prestigio, se abstendrá por miedo a un mal mayor como el de ser desaprobado .
Así es como se establece la sociedad de esclavos fundada en algo que tiene los ojos muy grandes y las patas de la felicidad muy cortas: se llama miedo.
Así las cosas, en una sociedad que se precie de serlo, se denomina "EL BIEN" o digno de alabanza a lo que sea favorable al grupo. Y "EL MAL" o digno de censura, a lo que sea desfavorable al grupo. Y las virtudes aceptadas no serán más que el resultado del miedo.
Bien, sabemos que es malo engorilarse en emociones como el odio, la ira, el orgullo…
Pero pronto, el grupo social transforma los vicios en virtudes como expongo a continuación.
Se elogiará al que odia a los asesinos, al que la envidia por un campeón le fuerza a ser mejor. Se elogiará el orgullo si lleva a uno mismo a ser mejor.
A estas groserías se las puede denominar “energía (ki) negra”.
Y mientras que el hombre libre sabe actuar como la naturaleza en libertad, de manera ingenua, natural y espontánea porque la verdadera virtud no se sabe virtud; el esclavo actúa en beneficio también de la consolidación de los grupos en sociedad, cultivando las respuestas emocionales como el que cultiva los tomates en la huerta.
A saber, se elogiará la humildad, porque la persona humilde se centra en sus debilidades y es más fácil de controlar, se contenta con poco y se resigna con facilidad al sufrimiento.
Se elogia la vergüenza que es útil para regular las acciones en función de aprobación-reprobación pero que es una forma de baja energía.
Se elogiará la piedad si lleva ayudar a los demás a través de nuestra debilidad.
Ciertamente, abrir la ventana a la vergüenza, la humildad y la piedad, es mejor que nada, porque un hombre que se instruye en esos sentimientos no hará daño a nadie y contribuirá a la unión. Por eso tales emociones son consideradas virtudes elogiadas y aprobadas.
Pero estas supuestas virtudes no fortalecen al hombre, sino que lo debilitan y lo hacen menos peligroso. A esta forma de energía se puede denominar ”energía (ki) negativa”.
De hecho, la sabiduría china ya nos advierte de que cuando el hombre incorrecto hace lo correcto, se torna incorrecto. Y esta incorrección se traduce en pérdidas de energía vital (ki) y lo mismo debe decirse cuando se esgrime toda la arborescencia afectiva de categoría similar. Y con esto no estoy promoviendo ser anti-social, sino simplemente ser anti-estupidez.
De modo que, no habría que dejarse engañar por la cancamusa de esas convenciones útiles, y creer realmente que los hombres valen cuando odian, se iracundan, envidian, se enorgullecen, son humildes, se avergüenzan o se apiadan.
Lo que se ha hecho es cambiar de esclavitud.
Se cambia de la esclavitud de los deseos-emociones individuales a la esclavitud de los deseos-emociones aceptados por el grupo.
Todo esto solo puede tener sentido en una sociedad donde se teme el castigo o la reprobación. Tal sociedad no tendría sentido si los hombres no sintieran miedo. Por tanto el miedo a no ser aceptado puede decirse impropiamente que es bueno.
Y, en la medida en que el hombre no está guiado por la conciencia clara, estará guiado por el miedo.
Por eso vamos hacia la humildad por miedo a la soberbia.
Vamos a la vergüenza por miedo a la desvergüenza.
Vamos a la piedad por miedo a la perversidad.
Vamos al orgullo por miedo a la dejadez.
Vamos al odio al mal por miedo a la indiferencia.
Vamos a la envidia “sana” por miedo al conformismo.
Pues bien, de esos polvos tenemos estos lodos. Y todo ese miedo es baja energía.
Y, se comete un error. El de hacer un mal por otro, montado en la inercia del dejarse guiar por el miedo.
Y todo esto es porque el hombre a parte de ser un animal absurdo que necesita lógica para sobrevivir, es un animal lógico que necesita del absurdo para sobrevivir.
Por eso nos parecemos así al enfermo que come sin hambre por miedo a la muerte, AUNQUE MEJOR SERÍA GOZAR DEL PLACER DE COMER.
Nos parecemos al juez que condena con odio al asesino con odio EN VEZ DE PENSAR EN EL BENEFICIO PÚBLICO.
A veces nos parecemos al que habla del vicio de la maldad EN VEZ DE LA BONDAD DE LO CONVENIENTE.
Todo esto es lo normal.
Personalmente, intento ser también así de normal pero a veces me aburro y vuelvo a ser yo. Y en ese momento atisbo ese DO (camino existencial) del que estoy hablando desde un principio. Del DO auténtico de origen chino, que es más simple y normal que una vaca pastando. Y no del más tardío (camino doctrinal del MAL-BIEN) de aprobación-desaprobación por parte del grupo que corre un es-tupido velo sobre la realidad, más normativo y a la usanza nipona.
Ese DO del que hablaba antes, el auténtico para mentes despiertas y ojos sensibles, es un equilibrio dinámico constante sobre lo conveniente-inconveniente de cada cosa en cada momento. Un curso fluyente de acción a lomos de una golondrina que vuela libre. El artista marcial de mente clara busca directamente el templo de la virtud, el claustro de la bondad y evita el vicio de las emociones que nos debilitan la energía.
Dicho de otro modo, el pensamiento del mal es malo.
PENSAR EL MAL ES PENSAR MALO.
Y… el mal no es nada. Malo (inconveniente) y bueno (conveniente) si todavía son algo, pero EL MAL dogmático y el BIEN dogmático no.
Toda voluntad es voluntad de “bueno” y aunque a primera vista no lo parezca, todo el mundo hace las cosas por algo “bueno”. Por ejemplo, hasta un asesino, asesina por placer. Y el placer es bueno. Lo que pasa es que el asesino se equivoca de pleno en si ese placer es conveniente o no. Se equivoca sobre la naturaleza de lo “bueno”.
Por tanto, TODOS hacemos las cosas por algo “bueno” (conveniente). Y como consecuencia, hablar de lo “malo” (inconveniente) ya nos enfoca muy mal. Y bueno…hablar del MAL es como hablar de nada.
De hecho, si fuéramos conscientes de la realidad no nos formaríamos conceptos del BIEN ni del MAL, pues ambos son dos contrarios que sólo tienen sentido para el hombre que se equivoca en la naturaleza de lo “bueno” y lo “malo” y hay que encarrilarle.
Así las cosas, me parece bueno para aumentar la energía vital (KI):
Abandonar todo juicio interno del BIEN y del MAL como si un Dios con voluntad de juzgarnos tuviese el poder de castigarnos o premiarnos. Por el contrario deberíamos impregnarnos de lo BUENO (conveniente) en detrimento de lo MALO (inconveniente) para cada persona en particular.
Abandonar toda fabulación de ESPERANZAS futuras, depositando la responsabilidad en un Dios que hubiese programado un finalismo para nosotros. Por el contrario debería uno impregnarse de la propia responsabilidad del PRESENTE.
No dejarse zarandear por los DESEOS internos de hacer lo que nos da la gana en vez de hacer lo que queramos, ni por los PADECIMIENTOS de una esclavitud social de aprobación-desaprobación que se apodera también de nuestra mente. Por el contrario deberíamos vivir en un centro en calma (FUDOSHIN).
En definitiva, un CENTRO EN CALMA alejado de deseos y padecimientos, dentro del ETERNO PRESENTE de la propia responsabilidad y más allá del BIEN y del MAL.
¿Y cómo se hace eso? Pues para tal cosa, mirarlo todo “desde arriba” y “desde lejos”, iluminarnos continuamente con un entendimiento claro de la esencia del mundo y de las cosas, de los intereses de las cosas, de la armonía para relacionarse de la manera más fluida posible con cada cosa en particular.
Y, no hablo únicamente de aumentar las relaciones con las cosas convenientes ni de disminuir las relaciones con las inconvenientes, porque el aumento de lo conveniente, cuando rebasa un cierto nivel, lleva a ser inconvenientes tales cosas y a la inversa.
Hablo de cambiar el tipo de relación con cada cosa, porque una misma cosa es conveniente si nos relacionamos con ella de cierta manera e inconveniente a la inversa. O sea, saber transformar las relaciones malas en relaciones buenas, y si es imposible lidiar en positivo con los hechos, queda el recurso de cambiar nuestra perspectiva de las cosas, tal y como indica la sabiduría popular que dice algo así como que “no hay bien que por mal no venga”. Sólo hay que cambiar la forma de ver las cosas para que las cosas cambien. Por ejemplo, es inaceptable el comportamiento molesto de un niño, pero lo podemos aceptar si el motivo de tal agitación es la muerte reciente de su madre.
Y ese entendimiento parte de la suprema idea de transformarnos en alguien que sabiendo que a pesar de lo inconveniente de muchas cosas, hay algo bueno en cada cosa; alguien que piensa lo bueno de las cosas y siente lo agradable de cada cosa.
De modo que no nos gustan las cosas porque son buenas.
Las cosas son buenas porque nos gustan.
No nos sentimos plenos porque nos alegren las cosas.
Las cosas nos alegran porque estamos
plenos.
Y eso no implica la tontuna de conformarse en querer lo que se sabe,
sino ser tan audaz de saber lo que se quiere.
Félix B. Díaz