Félix Bargados Díaz
¿Qué es el karate “PERDIDO”?
Sin ánimo de vender un mundo donde cualquier tiempo pasado fue mejor…
Mi único deseo es iluminar en lo posible, la noche de los tiempos, en donde la oscuridad del misterio esconde el buen hacer de un karate:
ARMONIOSO y RESOLUTIVO; COHERENTE, y con un elemento ESPIRITUAL.
El del TAO.
Este arte supremo, aflora lejos del entendimiento del hombre común. Por eso el paso de los años, lo fue ocultando tras un velo moderno de algo más entendible:
PEDAGÓGICO Y ESQUEMÁTICO, de goces GIMNÁSTICOS y tintes ESTÉTICOS.
Pero el eco arcaico de hazañas y mitos ancestrales sobre karatekas invencibles, resuenan desde esta época remota.
Este karate que, con toda propiedad, se puede denominar “PERDIDO”; se edificaba FUERTE de poder, sobre el BLANDO de ceder a la fuerza del oponente, en un “FLUIDO CONTINUO”.
Tal y como el yang (activo) nace del yin (pasivo).
Este sublime fluido continuo de combate, fuerte pero blando y sin restricciones, es el que se conoce por: TEGUMI.
Y, sus principios secretos “OKUDEN”, versaban sobre el dominio de la “energía interna” que eran atesorados celosamente por los maestros guardianes del arte.
Debo aclarar que, no me refiero al TEGUMI ancestral que data de la época de M.Tamamoto (1.139-1.170) y que es una modalidad luctatoria próxima al sumo.
Me refiero al TEGUMI clásico, de influencia china y la primera frontera del karate, que se remonta al año 1.400. Cuando el KARA-TE primigenio se denominaba simplemente TE, y su original forma de combate: TE-GUMI.
Su versión feroz, más conocida; degenerada por retos pactados, muchas veces a muerte, se denominaba KAKE-DAMESHI.
El TEGUMI aprovecha al cien por cien la fuerza del oponente, y se expresaba con equivalencia recíproca, en la intimidad de los katas personales de cada maestro, como reglas mnemotécnicas; donde éste, expresaba fielmente su forma de combate.
Por eso los kata llevaban, y todavía llevan, el nombre del maestro, o del principio que más usaba el mismo.
Eran katas extremadamente “plásticos” y deformables, que vivían de una “forma sin forma”.
Como el cauce le confiere “forma” al río,
en el “sin forma” del agua,
que fluye por él.
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