A CADA CUAL SU RAZÓN.
Hace un par de días, me ha ocurrido un incidente, que servirá para aportar un nuevo rayo de luz al KARATE ORIGINAL de origen chino (no me refiero a la versión japonesa).
Un supuesto “gran maestro” de cuyo nombre no quiero acordarme por cuestiones de cortesía, ha intentado sin éxito, darme una lección sobre lo que él consideraba una tradición trascendental. A saber, que en un estilo, tal posición se realiza de una manera y en otro estilo de otra. Pues bien, como ayuda explicativa, en ambas me instrumentó tal infantilismo con la rigidez y acartonamiento posicional con la que se enseña a un principiante. Y, para más inri, con la irreverencia que obliga a darse la vuelta y tomar las de Villadiego.
No estoy en contra de las tradiciones, ni del karate tradicional. Lo que estoy en contra es de las estupideces. Y más contra las que van de un profesional a otro.
Un profano, tiene razón en aceptar un patrón posicional estandarizado y rígido para aprender algo. Sin embargo, un MAESTRO hecho y derecho, sabe que las TRADICIONES deben ser TRASCENDIDAS. Las posiciones son transiciones congeladas para enseñar a un profano en la materia. Pero…las posiciones, en realidad no existen como algo fijo y estricto, si no es como necesidad de explicar ostensivamente la parte inicial o el final de los movimientos técnicos. Lo que si nos conviene creer como algo que merezca la pena, es en una POSICIÓN “RELATIVA”, enraizada abajo y flotante arriba como una pelota que fluctúa sobre el agua y permite disponibilidad de movimiento. Dicha posición sería adaptable y cumpliría la misión de contener la fuerza gravitatoria. Y, como consecuencia, el movimiento de karate que de ello se desprendería, sería un continuo fluido que se vehicularía con las técnicas pertinentes.
Agregemos que, por razones fáciles de comprender, las teorías no suelen adoptarse o rechazarse por sus méritos operativos, sino por intereses metodológicos, o en el peor y más común de los casos, con la cancamusa de unos intereses políticos, afinidad temperamental o por simple y llana estultícia. Ninguna de estas últimas es buena razón. Pero, nada me lleva a no aceptar que, CADA CUAL CON SU RAZÓN haga lo que le plazca. Yo no la pondré en un altar y la llamaré tradición. Más bien atestiguo con modesto enfado que, a estas alturas me niego a ser una versión folclórico-nipona del tonto del bote.
No hay comentarios:
Publicar un comentario