sábado, 27 de diciembre de 2014

"El silencio de los corderos"

KARATE SECRETO.

"El silencio de los corderos".


Felix BargadosNo hay nada más irracional que interpretar un papel tradicional para disfrazar una triste locura.

Pero eso no es nada, todavía hay una matraca peor. Siempre hay algo peor para labrarse un difícil futuro marcial. Comoquiera que usted sabrá y sino se lo digo yo, doblepensar es algo más viral, doblepensar significa cebar dos creencias contradictorias en la mente  y  sostener el monto de ambas.

Hablemos del doblepensamiento sobre el que ha sido construido el Karate actual: Es decir, los fundamentos contradictorios entre el  Karate deportivo por un lado, y en un terreno próximo pero distinto, el Karate tradicional, ambos más contradictorios de lo que nadie en su sano juicio se podría imaginar.

Sobre la primera no tengo más que términos encomiásticos. Me refiero al excelso Karate de combate deportivo que sostienen las instituciones federativas más prestigiosas como uno de los sistemas más sofisticados que hayan sido jamás creados por el hombre. Ha sido creado  para y por un objetivo que se cumple a la perfección y no hay más que virtudes positivas en ello, tanto hacia los deportistas que lo practican, los maestros que lo estiman en su justa medida así como las instituciones que lo defienden con éxito. Aunque también hay que decir que para ello ha tenido que ser creado en un carácter desvinculado del KARATE auténtico como siempre ha sido entendido. Un KARATE que ha volado tan alto porque sus raíces se hunden en la sublime sabiduría China. Y entonces ese KARATE augusto, tan fascinante, ha pasado a ser considerado como una contracultura utópica, por no decir antisistema. 

Si damos por sentado que quien calla otorga y quien calla muchas veces contradice, comprenderá porque todo no se lo digo. Hay cosas que se pueden decir y otras las hay que callar, porque la verdad, como la malícia, siempre sacude adonde duele la flaqueza y somos dueños de lo que callamos, esclavos de lo que decimos, y no quiero ser un esclavo que sacude ni tampoco un delincuente en fuga.  Pero el sapo que nos hemos tenido que tragar es el que sostiene un Karate tradicional como sobregrueso de unos fundamentos de dudoso realismo, construido sobre unos supuestos beneficios saludables que ya han dado al traste con muchos sistemas locomotores. Construido sobre una estética antinatural, inficcionado de una fe en una lamentable tradiciónadoradora de unas cenizas sustitutorias del fuego que fue en su momento de mayor gloria. Aunque la tragedia más grande del KARATE podría ser el secuestro del sentido común por parte de una tradición  enfermiza. ¿Lo entiende?

Pues aunque no lo digo todo, ahora si me lo permite vamos a divertirnos un poco con el momento ilustrativo que quizá le haga pensar un poco, como a mí, entonces será como el precioso momento entre un pastel y el momento en que se descubre el pastel. La dolorosa vergüenza del pastel. Y es de todo punto evidente que descubrir el pastel no aliviará el dolor, pero lo pondrá todo en su sitio.

Erase una vez una “granja-escuela de animales”  que estaba administrada por el señor Matsumura. En la granja, como siempre suele ocurrir por bien que vayan las cosas, los animales estaban descontentos por no poder ser libres. Pero un buen día, sin pensar que muchas veces empeoran los males con los remedios, los animales alentados por un viejo zorro que pasaba por allí les explico una visión revolucionaria para liberarse de los hombres: Aprender un arte marcial chino y expulsar al viejo Matsumura. No deseaban ser regidos por un hombre, sino por ellos mismos, y crear sus propios Mandamientos para vivir en libertad en la granja escuela y para evitar ser dominados por personas, ni por  otra granja vecina tomados por cortos de entendederas, la “granja de asnos”,  exclusiva de asnos a los que los otros animales de la variada “granja-escuela” no consideraban ni siquiera animales, y en donde imperaban leyes igualitarias y presuntuosas que no dejaban margen al arte ni a la libertad. Y así fue como los de la“granja-escuela” escribieron los “Preceptos de la Ley de los buenos animales”   en una pizarra a la vista de todos para no caer en errores tipo “granja de asnos”:

-Todo el que se acartone en una posición es un asno enemigo.
-Todo el que fluye en las técnicas es amigo de los buenos animales.
-Nadie se pondrá rígido al golpear como los asnos.
-Nadie sobredimensionará las posiciones como las de los asnos.

Para cerrar el panorama, el apogeo de estos Preceptos culmina en uno conclusivo:
- En la diferencia está la riqueza. En la igualdad está la “asnez”.

Lo suyo es reconocer que en este último Mandamiento radicaría la evitación de la decadencia, porque la igualdad siempre fue el asilo de la mediocridad, que lejos de ser algo positivo, es sólo un interés del complejo de inferioridad cuya intención es ocultarse en las masas para no mostrar las carencias.  Dificilmente sorprenderá que en un comienzo y como todo comienzo, todo se ajustaba a las normas. Pero por razones fáciles de comprender, al final, y como todo final, surge la picaresca.
Pasado un tiempo, si hay algún rasgo que comenzó a destacar, fue que unas cuantas ovejas de la “granja escuela de animales” empezaron  a querer destacar del resto y se aliaron con una yama de nombre Naka, a la que todos llamaban Naka la yama. Así las ovejas se constituyeron en una élite dentro de la granja-escuela  y todos los demás animales dando bolilla, se mantuvieron bajo el régimen democrático  de Naka-yama.

Al cabo, parece concluirse que, ante la incapacidad de diferenciar lo fundamental de lo preponderante, las ovejas advenedizas modificaron sus conductas, y en una especie de locura irracional por aparentar, empezaron a hacer el mastuerzo, acartonando las posiciones, distorsionadas por el “efecto espectador”  para ser más visibles que las demás. Cambiando fluidez por rigidez al golpear, provocando un impacto significativo y crucial en los demás. Exagerando con una cursilería espantosa las técnicas de pandereta, para aparentar más perfección de ornato. Los demás animales empiezan a advertir que las ovejas han copiado las costumbres de los asnos. Y al igual que en los banquetes obra mal quien no sigue la norma del : “o bebes o te vás”, todas cambiaron en una edulcorada perfección, esquemática y geométrica. Todas iguales en un rudimento donde ser bueno da más vergüenza que ser malo, por lo que las ovejas acostumbran poco a poco y de forma subliminal a desarrollar una animosidad contra  los animales que son libres. Y esto tenía dos razones:

“La percepción clara  y  precisa”.    
 Siendo diferentes es más difícil juzgar por la vista, lo que está bien y lo que está mal para una oveja  que no  sabe lo suficiente.

“La supervivencia psicológica”. 
 Se teme todo lo que pueda ser mejor y pueda desbancar a lo peor.

Parece claro que así fue como se desató la locura, premiando a los animales que fueran iguales EN UN MOLDE PERFECTO y a reprobar a los diferentes por muy buenas que fueran en sus habilidades.
Baste subrayar que entonces nadie quiso que nadie fuera diferente porque podría  ser un revulsivo para que todo volviera a ser como al principio. Y eso es más difícil de controlar. Es más fácil ser todos iguales y controlar los MOLDES PERFECTOS sobrevenidos, aunque para ello algunos tengan que tener cabezas que no son de ellos.  Se trata, por decirlo en otras palabras, del triunfo y consagración de una democracia de iguales con el peligro réprobo de no serlo.

En fín, una democracia que juega con que el pensamiento libre es la mejor salvaguarda contara la libertad, porque el creer ideas  libres amansa. Pero lo gordo es que ha antepuesto los intereses de unos pocos a las necesidades de la mayoría. Con el añadido de unas vías de transito morales universales que nivelan con el "principio de la alpargata". Es decir, a la baja todo lo marcial y humano, con un significado subliminal: la no creencia en hombres superiores ni en  un arte superior. Una democracia tal que trata de solidarizarse con la mayoría para bajar al más diestro. Porque el torpe gana siempre igualándose al hábil. El necio igualándose al sabio. Atribuyendo así sabiduría a todos, y es que incluso pensar ha devenido un acto heroico. Aunque en el fondo sabemos que la sabiduría no se da, se conquista. No se aprende, se descubre.

Parece evidente, de cualquier modo, que la insensatez se filtra hacia abajo como un virus mutante y tonto de solemnidad, porque también ella parece estar sometida a la ley de la gravedad, todos de arriba a abajo, se consagran iguales y estériles, cuanto más iguales más estériles en porfiadas costumbres que bordean el absurdo, al modo de los asnos. Unos lo creen como verdades y otros lo fingen al mal tuntún, porque el fácil esquematismo es determinante pero también determinado por la mayoría, a parte de por el peso de la autoridad. Y cuando un día un asno  vecino  visita la “granja escuela de animales”,  lee los Mandamientos, ve las conductas, ve el ataviado… y pregunta ¿Pero qué pasa aquí? Todos incumplen los Mandamientos y hacen como el ganado asnal, todos lo mismo, pero en cuanto al último Mandamiento parece contradictorio, unos llevan la lana pegada el cuerpo y otros llevan un feble manto de blanca lana falso.

A lo que humildemente y ante el silencio de los corderos, le espeta feli-no el gato: que no creer en el diablo no te protege de él, y coronarse de brocados de oro no disimula el yerro. Por ende y a regañadientes ante el eterno dilema entre convicciones (ética) y intereses (política), de momento, hace el "caldo gordo" a los demás, lo mismo que todos para evitar ser despreciado por raro, porque los ignorantes son los más, y antes loco con los más que cuerdo en solitario.
 Entonces,  aunque  todos los animales son iguales, algunos son más iguales que otros. 

                                                                                                                  Félix Bargados

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